COSAS DEL PUEBLO

NUESTRA IGLESIA
NUESTRA IGLESIA

LA IGLESIA

 

Tiene San Cebrián de Castro una Magnífica iglesia de una sola nave, coronada con tres arcos que descansan en los tres pilares de mampostería, de piedra tallada y una torre cuadrada data de finales del siglo XIX, de estilo renacentista. Es de gran sobriedad, sin a penas recursos ornamentales. Al entrar en ella da la sensación de voluminosidad, dadas las magnitudes ampliamente dilatadas de la iglesia.

 

            Sus anchos muros están construidos por piedras irregulares, resaltando la simetría de los sillares en sus aristas. Las ventanas son grandes y perfectamente distribuidas en todo el edificio, son ocho en realidad, pero bien podrían haber sido más en su origen.

 

 

Explicación de los relieves

  

El lateral izquierdo del primer cuerpo está representada LA DECAPITACIÓN DEL APÓSTOL SANTIAGO. El santo, con la rodilla derecha en tierra y con las manos cruzadas, con una mirada de ternura hacia su verdugo que, con la espada, le quiere cortar la cabeza.

 

            En el lateral derecho del primer cuerpo, como se lee en el “Liber Santi Jacobi” (II-XVII), que se conoce como La Leyenda Dorada, (se les llama los milagros del camino), se representa EL PEREGRINO SUICIDA. Un peregrino camino de Compostela, se quita la vida con un puñal, inducido por el demonio que toma la apariencia del apóstol Santiago (se pueden apreciar las patas en garra y unos disimulados cuernos de cabra, este es un disfraz).

 

            La tabla central representa a SANTIAGO EN LA BATALLA DE CLAVIJO, como jinete sobre un corcel en corbeta y en carga contra los enemigos de la fe en Cristo, el Santo va ataviado con armadura militar y capa al viento, lleva un estandarte con la cruz de la Orden y Blande una espada sobre un mahometano vencido a sus pies.

Es un pueblo muy devoto por su Santa Madre Virgen de Realengo, a quien todos los años, se le reza un novenario. La virgen de Realengo es la patrona y defensora de nuestros males y pesares.

En una hornacina está la imagen de la VIRGEN DE REALENGO. Es una preciosa talla que representa a la Patrona sentada con el Niño en las rodillas. Es románica del siglo XII, mide unos 0,60 m., y conserva la policromía. Procede de la hoy despoblada villa de Castrotorafe.

 

            En la calle inferior, por encima de la greca, se encuentran los relieves de LOS CUATRO EVANGELISTAS.

 

            Sobre las columnas laterales están las imágenes de la Virgen y San Juan que tal vez formaron parte de un calvario de la época.

 

            La iglesia conserva, finalmente, otras imágenes dignas de mención, cono son la de San Antonio Abad, San Antonio de Padua y un Cristo en una capilla lateral, todas del siglo XVII, a parte de la conocida de la “Dolorosa”.

            RAQUEL RODRIGUEZ

 

SAN CIPRIANO

SAN CIPRIANO
SAN CIPRIANO

VIDA DE SAN CIPRIANO

  

Nacido en el año 200 en Cartago (África), se convirtió al cristianismo cuando era mayor de 40 años. Su mayor inspiración fue un sacerdote llamado Cecilio. Una vez bautizado descubrió la fuerza del Espíritu Santo capacitándolo para ser un hombre nuevo. Se consagró al celibato.

Tuvo un gran amor al estudio de las Sagradas Escrituras por lo que renunció a libros mundanos que antes le eran de gran agrado.

Fue ordenado obispo por aclamación popular, el año 248, al morir el obispo de Cartago. Quiso resistir pero reconoció que Dios le llamaba. "Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes". Fue gran maestro y predicador.

En el año 251, el emperador Decio decreta una persecución contra los cristianos, sobre todo contra los obispos y libros sagrados. Muchos cristianos, para evitar la muerte, ofrecen incienso a los dioses, lo cual representa caer en apostasía.

Cipriano se esconde pero no deja de gobernar, enviando frecuentes cartas a los creyentes, exhortándoles a no apostatar. Cuando cesó la persecución y volvió a la ciudad se opuso a que permitieran regresar a la Iglesia a los que habían apostatado sin exigirles penitencia. Todo apóstata debía hacer un tiempo de penitencia antes de volver a los sacramentos. Esta práctica no era para el bien del penitente que de esta forma profundizaba su arrepentimiento y fortalecía su propósito de mantenerse fiel en futuras pruebas. Esto ayudó mucho a fortalecer la fe y prepararse ya que pronto comenzaron de nuevo las persecuciones.

El año 252, Cartago sufre la peste de tifo y mueren centenares de cristianos. El obispo Cipriano organiza la ayuda a los sobrevivientes. Vende sus posesiones y predica con gran unción la importancia de la limosna.

El año 257 el emperador Valeriano decreta otra persecución aun mas intensa. Todo creyente que asistiera a la Santa Misa corre peligro de destierro. Los obispos y sacerdotes tienen pena de muerte celebrar una ceremonia religiosa. El año 257 decretan el destierro de Cipriano pero el sigue celebrando la misa, por lo que en el año 258 lo condenan a muerte.

Actas del juicio:

Juez: "El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?"

Cipriano: "Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos".

El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó a Cipriano: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?"

Cipriano: "Si, lo soy".

El juez: "El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses".

Cipriano: "No lo haré nunca".

El juez: "Píenselo bien".

Cipriano: "Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar".

El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: "Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada".

Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: "¡Gracias sean dadas a Dios!"

Toda la inmensa multitud gritaba: "Que nos maten también a nosotros, junto con él", y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.

Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.

El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura. A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.

 

                                                                                                 DE LA IGLESIA DEL PUEBLO

 

  VIRGEN DEL REALENCO

 

SAN CEBRIÁN DE CASTRO

 

San Cebrián de Castro es la villa heredera del honor y tradición que acumuló la yerma Castrotorafe.

Al despoblarse esta segunda localidad, en los años centrales del siglo XVII, se trasladó allá la capitalidad de su jurisdicción.

Se fueron todas sus gentes, pero entre la imagen de la Virgen, titulada del Realengo.

Su santuario fue la última residente del lugar desolado. Presidió como guardiana los melancólicos solares, limitados desde una esquina por las tapias desportilladas del castillo donde residieron reyes e infantas, y por el cerco de murallas que se asoman al rió Esla en un costado y a los despejados campos por todo alrededor.

Hasta allí acudían los descendientes de los que fueron sus vecinos y las demás gentes de las localidades de su jurisdicción para honrarla como patrona.

Pero, como si en aquel desamparado cerro únicamente fueran posibles los escombros, la vetusta iglesia sucumbió por la ruina. En el siglo XIX en vez de reparar los destrozos iniciales, los responsables de San Cebrián llevaron sé la imagen santa a su pueblo; acondicionando su iglesia como nuevo santuario. Así la tenían mucho más cerca de sus hogares y los cultos a ella dedicados eran más fáciles y masivos. En el yermo de Castrotorafe los muros del antiguo recinto de culto se fueron abatiendo, arrebatadas sus piedras como materiales de obra para los pueblos del entorno. Poco se salvó del saqueo. Sirviendo de testigo resisten montones de escombros, un retazo de una esquina y el recio paredón del hastial sobre el que cargaron los ventanales del campanario. Esos vestigios están construidos con la misma mampostería empleada en la fortaleza y murallones inmediatos,

 ariscos materiales, piedrones angulosos de imposible regularidad.

Acudiendo ahora a San Cebrián, la imagen de Nuestra Señora del Realengo es una preciosa talla romántica, posiblemente cincelada a comienzos del siglo XIII. Presenta a la Virgen sedente, con la simbólica manzana en una de sus manos y el niño, en actitud de bendecir, sobre su rodilla izquierda. El rostro es bellísimo, alargado y de facciones finas, pleno de espiritualidad. Ante esta efigie debieron de postrarse diversos monarcas y sobre todo las infantas Sancha y Dulce, hijas del rey Alfonso IX, refugiadas en el castillo, en exigencia de su hermano Fernando III cumpliera el pacto que firmó a cambio de la cesión de sus derechos sobre el reino de León. También debió de recoger las plegarias y ritos de los maestres y caballeros de la Orden de Santiago, bajo cuyo poder estuvo la villa de Castrotorafe y su jurisdicción.

Las fiestas se celebraron en tiempos pasados el 9 de Mayo. En nuestra época el día grande es el Lunes de Pentecostés. En la Procesión los niños y las niñas que celebran ese año su primera comunión alfombran el camino con pétalos de rosas. Se llega a uno de los extremos del pueblo desde donde se inicia la ruta hacia Castrotorafe. Allí se detiene un momento el desfile y se encara la imagen de la virgen hacia la senda, en un simbólico y evocador recuerdo, lleno de nostalgia, quizás una reivindicación, de que aquel lejano y desolado emplazamiento fue su hogar y trono originario y a él anhela regresar.

 

Recuperado de un diario por           JUANITO 

 

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